Hace 38 años, Colombia perdió a una de las voces más valientes y comprometidas con la verdad: Guillermo Cano Isaza, director del diario El Espectador. Su asesinato, a manos del narcotráfico, fue un golpe brutal no solo para el periodismo, sino para toda una sociedad que aún hoy lucha por la libertad de expresión y la justicia.
Guillermo Cano no solo era un periodista; era el guardián de una ética que, en su momento más oscuro, se atrevió a enfrentar a quienes sembraban miedo y violencia en el país. Desde las páginas de El Espectador denunció, sin titubeos, el avance del narcotráfico y el poder corruptor de los grandes carteles. Sabía que levantar la voz tenía un precio, pero su compromiso con la verdad y con Colombia fue más fuerte que las amenazas.
Nieto de Fidel Cano, fundador de El Espectador, Guillermo heredó no solo un medio, sino una responsabilidad: defender la libertad de prensa como un pilar irrenunciable de la democracia. Su columna “Libreta de apuntes”, galardonada en 1985 con el Premio de Prensa del Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB), fue un espacio donde reflexionaba sobre el país con agudeza y valentía.
El crimen que acabó con su vida intentó silenciar una verdad incómoda. Sin embargo, 38 años después, su legado resuena más fuerte que nunca. Guillermo Cano se convirtió en un símbolo de la resistencia contra la censura y el miedo. Las marchas que siguieron a su asesinato, las voces que se alzaron entonces y las que hoy lo conmemoran, demuestran que su sacrificio no fue en vano.
Desde este espacio, rendimos homenaje a su memoria, su legado y a todos los periodistas que, como él, entienden que informar no es solo una profesión, sino un acto de valentía y responsabilidad con la sociedad. Honrar a Guillermo Cano es seguir defendiendo el derecho a la verdad, sin temor y sin silencios.
La libertad de prensa sigue siendo un terreno de lucha. Recordar a Guillermo Cano no es un acto del pasado: es un llamado a mantener viva su voz y su ejemplo, hoy y siempre.